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Volvamos a la solidaridad en nuestra comunidad

  • Foto del escritor: Francisco M. Sánchez Jáuregui
    Francisco M. Sánchez Jáuregui
  • 22 jul 2024
  • 3 Min. de lectura

Ante instituciones débiles, lentas e inoperantes, impulsemos la solidaridad y pongámonos en acción para mejorar aquello que necesitamos para trabajar, para vivir mejor, para disfrutar de nuestras familias, para vivir seguros.



La debilidad de las instituciones públicas es una realidad indiscutible. Todos sufrimos las consecuencias de la decadencia de los servicios públicos, de la ineficaz seguridad preventiva, de la insuficiente seguridad social, del mal estado de calles y carreteras, del pésimo servicio de recolección de basura, del abandono de los parques y los jardines que no permiten la recreación de nuestras familias, en fin, de todos aquellos servicios que ofrecen los gobiernos, cuando no funcionan, son un verdadero dolor de cabeza para todos.


Es verdad que la primera actitud frente a esta situación debe ser la firmeza para exigir mejores servicios públicos, un mayor compromiso de los funcionarios y empleados públicos. Si los ciudadanos no evaluamos la calidad de los servicios públicos, de la infraestructura, de las decisiones que se toman en los gobiernos, una consecuencia inmediata de esta indiferencia es que nuestra vida será más difícil. Si en cada tormenta quedamos expuestos a inundaciones y podríamos perder nuestro patrimonio;  si transitar por una carretera destrozada no solamente hace más lento nuestro viaje sino que nos expone a accidentes fatales; si la basura se acumula en nuestras casas y en nuestras calles; es claro que algún precio vamos a pagar.


Hay que hacerle saber a nuestros gobernantes que nos están quedando a deber, que esperamos más, que entendemos que los recursos públicos son limitados pero que la priorización debe reducir el gasto político para sostener la prestación de servicios públicos y el mejoramiento de la infraestructura. Estoy seguro que si un comercio o un prestador de servicios privado nos falla nuestra reacción es inmediata y lo suficientemente firme para asegurarnos que quien nos ha prometido algo a cambio de nuestro dinero no nos defraude, pero, me sorprende que cuando se trata de dinero público nuestra apatía e indiferencia es criminal.


Recientemente, los medios de comunicación registraban cómo, ante la incapacidad de las autoridades estatales y federales, en comunidades del norte de Jalisco, empresarios, gobiernos locales y vecinos se habían organizado para dar mantenimiento a las carreteras de la zona. Claramente, no es a los empresarios o a los vecinos a quienes corresponde el mantenimiento de las carreteras y calles, es al gobierno estatal y federal, pero, ante la incapacidad y la falta de sensibilidad, los vecinos y negocios locales tomaron la iniciativa de comprar el material y pagar a una cuadrilla para hacer reparaciones. Una actitud ejemplar de organización popular que procura el bien común.

La solución de los problemas públicos no siempre vendrá de la autoridad, al menos no de forma eficiente y oportuna.

En contraste, la carretera federal 80 que atraviesa Los Altos de Jalisco también está en pésimas condiciones. Desafortunadamente, los accidentes con consecuencias fatales para familias de la región se acumulan todos los días y, aunque las autoridades locales han buscado alzar la voz, nadie ha logrado hacer algo relevante para organizar a la comunidad y tomar la iniciativa. Claro que una visita al Senado de la República es algo positivo, pero es evidente que no ha sido suficiente, la carretera empeora cada día.


La solución de los problemas públicos no siempre vendrá de la autoridad, al menos no de forma eficiente y oportuna. Tenemos razón al esperar que la autoridad actúe, que corrija, que se dé prisa, pero las limitaciones de las instituciones son más grandes de lo que nuestra dinámica puede tolerar. Así que es tiempo de una vuelta a la solidaridad, esa actitud social que nos dispone a ser parte de la solución, que nos motiva a la organización de la comunidad para resolver aquello que es urgente y no puede esperar. Muchas de nuestras carreteras y caminos, de nuestros pozos de agua corriente, de nuestras escuelas, hospitales e iniciativas culturales son fruto de la solidaridad social.

Así que es tiempo de una vuelta a la solidaridad, esa actitud social que nos dispone a ser parte de la solución, que nos motiva a la organización de la comunidad para resolver aquello que es urgente y no puede esperar.

Ante instituciones débiles, lentas e inoperantes, impulsemos la solidaridad y pongámonos en acción para mejorar aquello que necesitamos para trabajar, para vivir mejor, para disfrutar de nuestras familias, para vivir seguros. Traigamos de vuelta la solidaridad social y organicemos una solución, ya despertarán de su letargo los funcionarios que viven de otros datos, de la adulación de los cercanos, del aplauso de los propios. Organicemos la esperanza, promovamos el diálogo en nuestra comunidad y lleguemos a acuerdos productivos, resolutivos y actuemos solidariamente para mejorar la vida de todos.

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