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Una mirada diferente sobre las medidas de Trump hacia México

  • Foto del escritor: Francisco M. Sánchez Jáuregui
    Francisco M. Sánchez Jáuregui
  • 21 ene
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 23 ene

Como mexicanos, no podemos permitir que nuestras reacciones hacia Trump o cualquier otro líder extranjero se limiten a la indignación o la defensa de intereses inmediatos. Necesitamos una visión que articule la esperanza como eje de acción política, entendida no como un optimismo pasivo, sino como un compromiso activo por construir una sociedad justa, solidaria y capaz de resistir las presiones externas y haciéndonos responsables de nuestra realidad.

Opinión | Libres
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21 de enero de 2025.- En el torbellino de opiniones que generan las decisiones de Donald Trump respecto a México, suele predominar entre los que generan la opinión publicada una narrativa dicotómica: o se rechazan de manera categórica, o se defienden desde un punto de vista utilitario o pragmático. Sin embargo, estas posturas suelen omitir un análisis más profundo que nos haga reflexionar no solo sobre los efectos inmediatos, sino sobre el largo alcance de estas medidas en nuestras estructuras sociales, económicas y, sobre todo, en nuestra dignidad como mexicanos.


Desde esta perspectiva, propongo una reflexión alternativa que nos permita ir más allá de los juicios y lugares comunes, cuestionando no solo las acciones del presidente estadounidense, sino también nuestras propias reacciones ante ellas.


Por ejemplo, el tema de la migración y la posición de Trump por determinar como emergencia nacional la situación que se vive en el muro fronterizo es para algunos un acto de hostilidad; para otros, una expresión legítima de soberanía. Sin embargo, ¿por qué nos afecta tanto un muro físico (que no es nuevo sino la continuación de una vieja política) cuando hemos tolerado, por décadas, los muros espirituales, culturales, sociales y económicos que nosotros mismos hemos levantado en nuestras comunidades? Pensemos, por ejemplo, en el muro que existe entre el oriente y el poniente de Guadalajara.

Como mexicanos, no podemos permitir que nuestras reacciones hacia Trump o cualquier otro líder extranjero se limiten a la indignación o la defensa de intereses inmediatos.

La migración hacia Estados Unidos no es solo producto de la pobreza, sino también de la desintegración familiar, la falta de oportunidades educativas y la corrupción del gobierno que perpetúan situaciones de injusticia y desequilibrio social. Si condenamos a Trump por querer detener la migración, ¿no deberíamos condenarnos también a nosotros mismos por no generar las condiciones para que nuestros paisanos no se vean obligados a partir? En lugar de centrarnos exclusivamente en lo que hace Estados Unidos, deberíamos preguntarnos qué podemos hacer desde para derribar los muros que hemos permitido dentro de nuestro propio territorio.


Otro aspecto relevante es el impacto de las políticas proteccionistas impulsadas por Trump, que generaron incertidumbre en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Muchos analistas lamentaron la actitud de su gobierno, pues estas medidas afectarán la estabilidad económica de México. Sin embargo, ¿no es esta una oportunidad para cuestionar nuestra excesiva dependencia de Estados Unidos como mercado y debería ser un impulso para abrir otros mercados en Europa y Asia?


Durante años hemos vivido bajo la ilusión de que nuestra dependencia de EEUU es  garantía de una economía estable. Pero, esta relación desigual solo refuerza nuestra posición como proveedores de mano de obra barata y consumidores de bienes extranjeros. Por qué no mirar hacia adentro, fortalecer nuestras cadenas de valor internas y apostar por la soberanía económica.


Como mexicanos, no podemos permitir que nuestras reacciones hacia Trump o cualquier otro líder extranjero se limiten a la indignación o la defensa de intereses inmediatos. Necesitamos una visión que articule la esperanza como eje de acción política, entendida no como un optimismo pasivo, sino como un compromiso activo por construir una sociedad justa, solidaria y capaz de resistir las presiones externas y haciéndonos responsables de nuestra realidad.


Anacleto González Flores pensaba que la verdadera lucha no está en las armas ni en las negociaciones pragmáticas entre la oligarquía, sino en el corazón de cada individuo. Si queremos enfrentar los desafíos que nos imponen las políticas de Trump o de cualquier otro gobierno, debemos comenzar por transformar nuestra propia realidad, organizando la esperanza en nuestras comunidades y priorizando el bien común sobre los intereses individuales o partidistas.


En lugar de condenar sin más las políticas de Trump, deberíamos tomarlas como un llamado a la reflexión y a la acción. Es cierto que estas medidas tienen implicaciones negativas, pero también son una oportunidad para cuestionar nuestros propios errores, superar nuestras debilidades estructurales y redescubrir el potencial de nuestra nación.


Que nuestras reacciones no se queden en la crítica fácil, sino que se conviertan en un punto de partida para construir un México que no dependa de las decisiones de otros, sino de la fuerza y la esperanza que surgen de nuestra propia identidad.

Por la Vida, la Esperanza y la Renovación de México.

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