Por la derecha, sin miedo a nada ni a nadie
- Francisco M. Sánchez Jáuregui
- 6 nov 2024
- 4 Min. de lectura
La lección no puede ser más clara, el cambio de rumbo es por la derecha, sin miedo a nada ni a nadie. Con fuerza, sin complejos, sin pedir permiso a nadie que quiera impedir que nos identifiquemos de forma disruptiva.

10 de octubre de 2024.- La contundente victoria de Donald Trump del 5 de noviembre de 2024 que lo convierte en el Presidente electo de los Estados Unidos de América confirma, sin lugar a dudas, que la hegemonía liberal en occidente que permitió el avance del wokismo, lo políticamente correcto y las ideología de género, entre otras ideologías deshumanizadoras, han llegado al punto del retorno, al menos en el epicentro del mundo liberal.
En México, esta noticia cayó como balde de agua fría en las élites del poder, los medios de comunicación, las cúpulas partidistas de todos los colores y en el gobierno mexicano. Todos saben que Trump será un hueso difícil de roer y que la política exterior de los Estados Unidos será dura y exigente, un nacionalismo que no subordinará sus intereses a agendas globalistas y que someterá a duras pruebas nuestra relación bilateral, en lo comercial, en la seguridad, en materia de energías y, sobre todo, en el tema migratorio. Pero lo que más molestias causa entre nuestras élites no es el nacionalismo exacerbado del presidente electo de los Estados Unidos, lo que más frustra a todas esas élites comparsas es su posición intransigente ante el wokismo, la agenda LGBT, su repudio por el socialismo en todos sus matices y su aversión al globalismo. Donald Trump es, nítidamente, un hombre sin complejos que ha llegado a la presidencia de los Estados Unidos enfrentando todo el establisment de lo políticamente correcto y su agenda de subversión cultural de occidente.
Es natural que en MORENA, Movimiento Ciudadano y el PRI, lo que queda de ese partido, se vea con recelo a Donald Trump y su movimiento MAGA, pero, donde no han sabido procesar esta reconfiguración del poder en el país vecino es en la derecha mexicana. Ellos, que son tan moderaditos, no se sienten cómodos con figuras como Trump, Bukele, Abascal, Meloni, Orban, Kast o Milei. Ellos, los históricos del partido que representa la derecha mexicana, se sienten más cómodos con personajes cuyas posiciones ideológicas y políticas les son claramente contrarias, prefieren a Obama, Bidel, Harris, Pedro Sánchez, Lula o Boric. Les encanta denunciar a Putin, Maduro, Ortega y los líderes de la dictadura cubana, pero se abrazan de sus principales socios en la política internacional.
Pero, no hay margen, el mundo entró hace tiempo en un proceso de confrontación y esto supera cualquier dosis de moderación que quieran imponerse a sí mismos los políticos centristas. La política ha dejado de ser el campo de los consensos del mundo liberal, la lógica de la concertación y el compadrazgo. Este modelo, que inauguró Salinas imitando la transición española que creo el régimen del 78 y que hoy no permite distinguir entre el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular, entre izquierdas y derechas, ya es historia. Morena, para volver a centrar la mirada en México, llegó al poder capitalizando el repudio popular a esos consensos tan aplaudidos por el PRI-PAN-PRD que alcanzaron su mayor auge en el Pacto por México. Lo que no podemos perder de vista es que esta ruptura del consenso liberal llegó por la vía democrática, con evidentes respaldos populares. Mostrando, con nitidez, que la democracia liberal, la de las masas, tiene límites y es insolvente cuando se le encumbra como el valor más relevante de la vida social, por encima de los principios prepolíticos de nuestra vida común.
Así que estos moderaditos centristas, amantes de la concertación y los acuerdos cupulares, si acaso quieren participar en las definiciones del rumbo que tomará el país en los próximos años, deben abandonar su conformismo y sus lloriqueos y asumir como patriotas que estamos en tiempos de definiciones. Dejar atrás su fobia a la derechización, el mundo avanza en un clima polarizado entre soberanistas y globalistas, izquierdas y derechas, tradicionalistas e innovadores, revolucionarios y conservadores, élites y pueblo. No hay término medio, no sirve de nada que pretendan sostenerse en un centro virtuoso que ya significa mucho. Si, como dicen, quieren transformar el sistema político, cambiar el estado de cosas que hay en el país, rehabilitar la política, deben asumir que el centrismo ha sido el mejor amigo de la izquierda y que son los zurdos los que terminan colocando las coordenadas en las que se mueven los centristas.
La lección no puede ser más clara, el cambio de rumbo es por la derecha, sin miedo a nada ni a nadie. Con fuerza, sin complejos, sin pedir permiso a nadie que quiera impedir que nos identifiquemos de forma disruptiva. Ese lado del mundo que está recuperando aquello que vale la pena conservar es el derecho, la izquierda en los Estados Unidos y Argentina ha sido derrotada, en México, si queremos cambiar el sistema, es por la derecha, no hay más.
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